Una historia de terror se convierte en el sueño americano en el GP de Las Vegas
La columna de esta semana aborda, por supuesto, del esperado regreso de la F1 a Las Vegas, donde -como muchos de los que visitan la Ciudad del Pecado- el deporte experimentó lo mejor de lo mejor y lo peor de lo peor.
Fueron los mejores tiempos
Yo mismo estuve en Las Vegas justo una semana antes de la carrera y, mientras me llevaban en un Uber por las carreteras que formarían el circuito, no tenía muchas esperanzas de que el Gran Premio fuera a producir mucha emoción en la pista. Como dijo Max Verstappen, las curvas de alta velocidad eran escasas y los nuevos coches son demasiado grandes para los circuitos urbanos.
Afortunadamente, tanto yo como el campeón del mundo nos equivocamos rotundamente, ya que la pista ofreció la mejor carrera de la temporada en su debut, con numerosos adelantamientos.
Lo más destacado fue la emocionante lucha a tres bandas en cabeza, con el liderato cambiando de manos varias veces mientras Verstappen, Charles Leclerc y Sergio Pérez aprovechaban al máximo las largas rectas para adelantarse unos a otros. Casi había olvidado lo que era ver a pilotos con un ritmo similar intercambiar posiciones constantemente en lugar de formar una cola ordenada, y fue un soplo de aire fresco.
El problema de un circuito que permite tantos adelantamientos asistidos por DRS es que las cosas pueden parecer demasiado fáciles para los pilotos, pero ese no fue el caso, ya que la falta de agarre del resbaladizo asfalto de Las Vegas supuso un verdadero reto para los participantes.
Si añadimos el hecho de que cuenta con uno de los tramos de carretera más emblemáticos del mundo, el famoso Strip de Las Vegas, tenemos un circuito que, en contra de lo esperado, es más que digno de figurar en el calendario.
Eran los peores tiempos
Aunque lo que la mayoría esperaba que fuera el principal problema de la nueva carrera, las carreras en sí, resultó ser cualquier cosa menos eso, siguió siendo un fin de semana de gran premio lleno de problemas.
Las cosas no pudieron empezar peor, con el Ferrari de Carlos Sainz arrastrado por una tapa de drenaje suelta a los ocho minutos de la primera sesión de entrenamientos, que posteriormente tuvo que ser cancelada para poder llevar a cabo inspecciones de seguridad. Estas inspecciones también retrasaron considerablemente el inicio de la segunda sesión.
Un percance de este tipo ya ha ocurrido en otros circuitos y es perdonable, pero no lo es la forma en que se gestionaron las cosas después.
Los aficionados que habían desembolsado cientos de dólares por entradas de día no sólo pudieron ver ocho minutos de la FP1 antes de que se cancelara, sino que inexplicablemente no pudieron ver ni un segundo de la FP2, viéndose obligados a abandonar antes de que empezara debido a "problemas logísticos" causados por el retraso en el inicio de la sesión.
Ni siquiera se les devolvió el dinero, sino que se les dio un vale de 200 dólares que sólo podían utilizar en la tienda oficial de F1 de la ciudad. Teniendo en cuenta que todos y cada uno de los aficionados, incluso aquellos con las entradas más baratas, habrían gastado mucho, mucho más que eso cuando se tienen en cuenta cosas como la comida, el viaje y el alojamiento, fue una respuesta poco menos que insultante.
Viva Las Vegas
Aunque una nube negra se cernirá para siempre sobre la edición inaugural debido a la flagrante falta de respeto de la F1 hacia sus propios aficionados, no cabe duda de que el Gran Premio de Las Vegas tiene el potencial de convertirse en el orgullo y la alegría de este deporte.
En términos de espectáculo, quizás sólo la visión de los coches corriendo por las calles de Montecarlo pueda rivalizar con la de los coches corriendo por el Strip de Las Vegas, pero a diferencia del Gran Premio de Mónaco, éste también puede producir carreras emocionantes, poseyendo lo mejor de ambos mundos como ninguna otra carrera lo hace.
Dado que el circuito en sí era un triunfo, solucionar los problemas que surgieron este año no debería ser demasiado difícil; para la F1, arreglar su propio comportamiento es una tarea más fácil que arreglar el trazado de un circuito urbano en mal estado.
Si a esto le añadimos el hecho de que se celebra en Estados Unidos, el único gran mercado sin explotar que la F1 lleva años tratando desesperadamente de abrir, queda claro que se trata de un acontecimiento que podría cambiar casi por sí solo el deporte, haciéndolo más grande que nunca.
El Caesars Palace lleva el nombre de un linaje de líderes que construyeron un imperio, y las calles que se extienden ante él podrían ser la clave en la búsqueda de la Fórmula 1 para construir el suyo propio.