Rebeka Masarova había sorprendido al mundo del tenis colándose en su primera final en el circuito profesional ganando seis partidos seguidos sin perder ni un solo set tras venir de la fase previa en el WTA 250 de Auckland.
Pero enfrente tenía a Coco Gauff, la séptima mejor tenista del mundo, que también había llegado a la última ronda del torneo de una manera inmaculada arrasando a sus rivales (solo le habían hecho, como máximo, cuatro juegos en un set), con lo que se podía suponer que la impresa iba a ser difícil para la española.
Y así fue. En una final marcada por la lluvia, que obligó a detener el juego durante dos horas, Masarova nunca encontró su mejor tenis ni pudo dominar con su mejor arma, el saque, ante una rival muy correosa y atlética que acabó con más aces que su rival (cinco por tres de la española).
Quién sabe si las cosas habrían sido distintas si, al inicio del encuentro y con 1-1, Masarova hubiera aprovechado su bola de break en el saque de la estadounidense. No lo hizo, al igual que con las otras nueve de las que dispuso a lo largo del partido, y Gauff cogió velocidad de crucero para llevarse la final por 6-1 y 6-1 en una hora y 19 minutos y lograr de este modo el tercer título de su carrera y el primero desde el de Parma en 2021.
A pesar del mal sabor de boca en la final (además, se cumplirá la semana que viene un año desde el último título WTA ganado por una jugadora española, que fue Paula Badosa en Sídney), Masarova saldrá de Nueva Zelanda con el mejor ranking de su carrera, concretamente en el puesto 94, y la confianza por las nubes ante la posibilidad de hacer de 2023 su mejor año. Potencial tiene, como se vio cuando ganó Roland Garros de categoría junior en 2016.