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Memo Ochoa lo tiene claro: quiere asistir a su sexto Mundial

Actualizado
Memo Ochoa
Memo Ochoa Photo by KENZO TRIBOUILLARD / AFP
Para Francisco Guillermo Ochoa eran normales dos cosas durante su infancia: dormir con un balón y ver a su padre alejarse de su casa durante días por motivos de trabajo. Y aunque la redonda siempre le servía de consuelo para no extrañar tanto, siempre esperaba con ansias el día en que su papá entraba por la puerta de su casa para poder jugar con él.

Y cuando Don Guillermo Ochoa regresaba a su casa, todo el cansancio acumulado de largos días de trabajo se esfumaba cuando veía a su pequeño sonriendo en la puerta, con balón en mano, esperando que su padre se dejara de nimiedades y asumirá el rol más importante que tenía en su vida y se dispusiera a tirarle unos penales en el patio de esa vivienda de la calle Barcelona en la colonia Santa Mónica. 

Para comprender al adulto Memo Ochoa, de 39 años y dispuesto a intentar participar en su sexto Mundial consecutivo, hay que volver a esa infancia en la que, junto a su familia, una pelota dominaba todos sus sentidos, mientras iba construyendo los sueños que iba a ir cumpliendo conforme iba creciendo. 

Aunque en un principio esos sueños eran rojinegros y Memo anhelaba ser un jugador profesional del Atlas de Guadalajara, una decisión de su padre Guillermo y Natalia definiría para siempre su destino. La pareja, que veía con ternura la obsesión de su pequeño con el fútbol, no imaginaba en aquellos días de mitad de los 90 que mudarse a la Ciudad de México iba a forjar una de las historias de mayor prestigio del fútbol mexicano. 

Memo arribó al América siendo un niño entrando a la adolescencia. En el club de Coapa, al sur de la capital del país, los trabajadores que llevan allí toda la vida todavía recuerdan aquel pequeño de rulos y de sonrisa fácil que fue quemando etapas formativas a un ritmo pocas veces visto. 

Una de las primeras cosas que el mítico entrenador Leo Beenhakker supo al asumir el cargo de entrenador del club a principios de siglo era que había un arquero fuera de serie en las inferiores. Ávido siempre de tener la oportunidad de descubrir jóvenes talentos, el neerlandés acudió al primer partido de Memo y le bastaron unos cuantos minutos para descubrir que era verdad todo lo que le habían contado y lo incorporó de inmediato al primer equipo.

Memo debutaría con 18 años el 15 de febrero de 2004 y su impacto fue inmediato. Sus actuaciones en la liga mexicana, pero sobre todo en Copa Libertadores, lo pusieron en la palestra del fútbol nacional, en una época en la que México comenzaba a querer codearse con las grandes potencias del mundo de la mano de un proyecto sólido en sus cuadros representativos. 

Paciencia y resiliencia

Sin embargo, cuando todos en México creían que Memo iba a tener pronto el mundo a sus pies, su carrera fue definiéndose en un principio por el propio americanismo, a quien terminó de conquistar con su personalidad y con un campeonato de liga en 2005. Y aunque cada mercado de fichajes la prensa vislumbraba un traspaso importante para su joven carrera, él se iba consolidando en el arco azulcrema.

Memo pasó ocho temporadas en el club, tiempo en el que la esperanza de que su juventud prodigiosa llamara la atención de un equipo de primer nivel europeo se fue esfumando. Al mismo tiempo, a pesar de sus condiciones, el americanista supo tragar el veneno de vivir en el banco de suplentes las dos primeras copas del mundo a las que fue convocado.

La segunda década del nuevo milenio le traería un poco de justicia a Memo, quien en 2011 decidió que, por más cómodo que estaba en el club de toda su vida, iba a cumplir el sueño de jugar en Europa. Sin embargo, para desconcierto de muchos, el arquero mexicano definió sus decisiones en parte por la comodidad de su familia y el nivel de vida que quería para ella. 

Por eso, aunque para la gran mayoría de la afición mexicana fue una decepción, Memo terminó aceptando la oferta del humilde Ajaccio de Francia, para vivir en la bellísima Córcega y convertirse en la contratación más importante del equipo en 2010. En la Ligue 1, para sorpresa de muchos, terminó siendo considerado el segundo mejor portero de la liga en primera temporada.

Después de esos tres años en suelo francés, donde se consolidó como uno de los porteros más confiables del mundo, Memo llegó al Mundial 2014 para consolidar su carrera. Si alguien tenía dudas del nivel del mexicano, la Copa del Mundo de Brasil lo encumbró como ídolo nacional. Su actuación en el empate sin goles frente al local ha quedado en la memoria colectiva del planeta. La atajada que el hizo a Neymar en el primer tiempo es para siempre la marca registrada de su vida.

Pero, a pesar de tanto, la duda quedará para siempre por qué Memo no alcanzó a llegar a un equipo de preponderancia en Europa. Tras el Mundial brasileño, cuando todos pensaban que sus actuaciones le darían el cartel suficiente para llamar la atención de un club gigante, fichó por el Málaga y Granada de España, sólo para volver en2019 a México con su América. 

Su vuelta a Las Águilas significó para la gran mayoría el inicio del fin de una carrera que nunca terminó de ser lo que todos querían o pensaban que podía ser. Pero hay algo en Memo que es difícil de analizar desde la lógica de quien no está inmiscuido dentro del mundo del fútbol. Luego de los Mundiales de Rusia y Catar, el mexicano decidió callar esas voces que lo pretendían retirar y regresó al viejo a Europa para jugar en la Serie A italiana con el Salernitana.

Para desgracia de Memo, su llegada a la titularidad sin discusiones con la selección mexicana se dio al mismo tiempo que el declive de las aspiraciones deportivas nacionales en pos de lo económico. Y, a pesar de que la generación actual de futbolistas dista del nivel de otras que emocionaron a todo un país, el arquero cree merece la pena ser la punta de lanza para intentar cambiar las cosas.

Hace unas semanas, Memo anunció su fichaje por el recién creado AVS Futebol SAD de Portugal, un equipo fundado en 2023 y que tiene al mexicano como una de sus principales figuras. Entre el asombro por su nueva decisión deportiva, Ochoa le avisó al mundo que todavía tiene energía para seguir y que la idea de estar por cumplir 40 es una nimiedad.

El mejor portero en la historia de México quiere ir a su sexto Mundial y ser titular en su cuarta justa consecutiva. Una locura para un simple mortal, pero no para aquel niño que, si era capaz de esperar días enteros a su padre en la puerta de su casa para poder jugar  con él fútbol, sabe que lo puede todo.