Osmar Olvera: el "cabrón" de 20 años que ganó dos medallas para México
Olvera tiene tan sólo 20 años, pero a su corta edad muestra una personalidad construida desde los sueños que han alimentado su espíritu desde que era un niño. Al verlo tan curioso e inquieto con apenas dos primaveras, su padre Sergio lo llevó a practicar saltos de trampolín, dejando de lado su anhelo de verlo involucrado en la férrea disciplina del fútbol americano.
Aquel consolidado entrenador de fútbol americano en el país vio cómo su pequeño encontró en el agua el lugar en el que estaban los retos más grades que la vida le podía dar, mientras iba construyendo una personalidad de lucha y esfuerzo con menos de 10 años.
Una personalidad única
Nacido en 2004, Olvera ha sido testigo del dominio de China en los saltos olímpicos en lo que va del siglo. Por eso, cuando su afición por el agua le exigía dar un paso más certero, mientras entraba a la adolescencia, no dudó ni un poquito cuando tuvo que irse a Guadalajara (México) para convertirse en atleta de alto rendimiento y cumplir el sueño de ganar una medalla de oro olímpica.
"Papá, voy a ser el primero en vencer a los chinos", le dijo un día a su padre y comenzó un camino ascendente y extraordinario ante los ojos de un país que ha encontrado en los clavados la disciplina que más alegrías le ha dado en los Juegos Olímpicos, con 17 medallas. Ningún otro deporte en la historia ha aportado tanto.
Convencido de su potencial y lejos de dejarse envolver con el pesimismo nacional detrás del 'ya merito' o el 'sí se puede', Olvera faltó unos días a la secundaria que recién comenzaba a cursar y viajó a Rusia, con tan solo 12 años, para competir en un certamen internacional en el que maravilló a los presentes con un digno quinto lugar.
Con la mente puesta en ser atleta olímpico, Olvera aguantó los sacrificios que conllevaba la magnitud de su más grande sueño. Además de no ver a sus padres por largos periodos de tiempo y de suprimir los deseos fiesteros de la adolescencia, también tuvo que sacrificar de la dieta diaria los tacos que tanto le gustaban. Todo el esfuerzo rindió frutos en 2021, durante la cita olímpica de Tokio -retrasada un año por la pandemia- en la que debutó con 17 años y donde se ubicó en un lugar 14 que le dejó mucho aprendizaje.
La experiencia nipona, con sus tribunas vacías y llena de restricciones para evadir al COVID-19, impulsó todavía más la personalidad del chamaco que, durante los últimos tres años se consolidó como uno de los mejores atletas de su país: dos oros en Juegos Panamericanos, dos platas en el Mundial de Fukuoka y otro oro en el reciente Mundial de Doha. En un ciclo olímpico, Olvera pasó de ser un prospecto a una de las más grandes esperanzas de la delegación mexicana en París 2024.
Actuación histórica en París
Ya en París, mientras la prensa hacía eco de la falta de apoyo de la Comisión Nacional del Deporte (CONADE) a varios atletas mexicanos, especialmente a los de natación, Olvera supo que su momento había llegado y sus ganas de trascender comenzaron a consolidarse junto a Juan Manuel Celaya, quien se había quedado en un doloroso cuarto lugar en Tokio 2020.
Olvera y Celaya no solo pusieron a México a vibrar con su actuación en la prueba de saltos sincronizados, sino que provocaron que los siempre inalcanzables chinos temblaran hasta el último intento, cuando los jueces les otorgaron la plata a los mexicanos con un clavado que para muchos debió de haber sido calificado mejor y que era digno de la presea dorada.
Lejos de conformarse, ya con la medalla de plata colgando de su cuello y sumándose a los pocos atletas que habían conseguido presea en esta justa veraniega, Olvera comenzó su andar en la prueba individual en el trampolín de tres metros y supo que había llegado el momento con el que había soñado desde niño.
En una competencia frenética, sus dos últimos saltos son un simbolismo de su personalidad y del pedazo de atleta de élite que tiene México para varios ciclos olímpicos. Ubicado en el tercer lugar, detrás de los imbatibles chinos Siyi Xie y Zongyuan, Olvera se dispuso a tirar su quinta y penúltima tentativa. Cuando ingresó al agua, casi sin salpicar una sola gota, un país que recién despertaba se emocionó con la ejecución perfecta de cuatro giros y medio hacia adelante en posición Tuck que fue calificada con 98.80, que le aseguraba el bronce.
Sin embargo, y sin siquiera pensar en conformarse, Olvera tomó su última subida al trampolín como el reto más grande de su vida profesional hasta el momento y anhelando que uno de los dos chinos se pudiera equivocar para quedarse con una presea de mayor envergadura, algo que no sucedería. Al final se tuvo que conformar con un bronce meritorio que lo colocó como el tercer mexicano en la historia de los Juegos Olímpicos en ganar dos medallas en una misma edición, junto a Joaquín Capilla, también en salto de trampolín, y Raúl González, en marcha.
Un futuro brillante
Tras salir del Centro Acuático de París, mientras su nombre era tendencia en México, Olvera se encontró con sus padres. Primero, como lo marca el matriarcado mexicano, se acercó a su madre Mayanin Ibarra que comenzó a llorar sólo con verlo. A ella le puso la medalla en sus manos y se la ofreció, como más tarde lo haría con su abuela.
Luego se acercó con Sergio, con quien se fundió en un abrazo apretado que sólo se encuentran en papá o mamá, mientras el entrenador de fútbol americano intentaba sin éxito aguantarse las lágrimas. Fue Sergio quien más tarde diría a medios mexicanos que estas dos medallas eran nada más que el inicio. "En Los Ángeles te vas a tragar a los chinos", dijo que eso le pronosticó a su hijo, refiriéndose a la próxima edición olímpica de 2028, en la que aseguró con orgullo que también estará compitiendo por México su hija Maylín, quien sí siguió sus pasos al convertirse en una eficaz jugadora de Flag Football.
Y esos cuatro años que faltan serán otro largo camino que Osmar Olvera volverá a recorrer con pasión y disciplina, aunque esta vez no lo hará únicamente acompañado de sus seres queridos. México entendió este jueves 8 de agosto de 2024 que tiene un atleta distinto y con hambre de gloria. Más de 120 millones de personas seguirán sus pasos con la ilusión de llegar hasta ese instante en el que Olvera se disponga a tirar su último salto en la final del trampolín de tres metros en Los Ángeles 2028 y puedan decir al unísono con él: "Vamos, cabrón". Y luego, tras verlo entrar al agua y mientras el corazón de una nación explota, observar con orgullo cómo se cuelga una medalla de oro olímpica que prometió ganar desde que era niño.