Jarry se ahoga en la orilla y Zverev triunfa en Roma siete años después
Decir que este no ha sido el duelo que esperábamos sería decir una obviedad. Por supuesto, algunos podrían haber apostado por la presencia de Alexander Zverev, que suele rendir bien en una sede en la que ya reinó en 2017, pero pocos habrían confiado en Nicolás Jarry, que nunca antes había jugado una final más allá de la categoría ATP 250.
Entre dos grandes servidores, tanto por tamaño como por nivel, el inicio del partido siguió el escenario esperado: mientras cada uno superara su primer juego, todo iba bien. Jarry tuvo un susto inicial en el cuarto y la amenaza fue todavía mayor cuando el alemán ganaba 4-3, ya que tuvo que salvar hasta dos bolas de break.
Una buena advertencia para Jarry, que apenas incomodó a Zverev cuando este servía. Tras 42 minutos, el quinto del mundo golpeó la pelota donde más le dolía a su oponente y se llevó la manga inaugural por 6-4. El reto era mayúsculo de cara al resto del encuentro, sobre todo porque no había síntomas de debilidad en el jugador de casi dos metros de altura.
El germano, que sabía que la presión no estaba en su lado, siguió llevando la iniciativa. Con el brazo temblando, el 24º del ranking ATP cometió una serie de dobles faltas y concedió dos puntos de partido, aunque su espíritu de lucha le hizo salir adelante. Cuatro ya, claro, eran demasiados. Y fue entonces cuando se certificó el definitivo 7-5.